Primera ayuda psicológica en emergencias pediátricas

La interacción entre el funcionamiento psicológico y emocional y el bienestar físico es especialmente evidente durante las emergencias médicas pediátricas y sus consecuencias (Horowitz, Kassam‐Adams, & Bergstein, 2001). En los servicios de urgencias, los niños enfermos o accidentados y sus familias pueden experimentar un nivel alto de sufrimiento psicológico con potenciales consecuencias para su bienestar físico y mental. Sin una adecuada atención a las cuestiones de salud mental de los pacientes que se atienden en los servicios de urgencias no pueden alcanzarse resultados óptimos de salud para los niños y las familias (Horowitz et al., 2001). Pero los habitualmente saturados departamentos de urgencias hospitalarias apenas cuentan con servicios formales de salud mental disponibles para los niños y, generalmente, la primera ayuda psicológica es prestada por los profesionales médicos, de enfermería y personal paramédico que están en una posición óptima para hacerlo.  Todo el equipo multidisciplinar implicado en las emergencias pediátricas tiene un papel potencial para abordar las necesidades emocionales de los niños y sus familias y para llevar a cabo intervenciones que mitiguen las secuelas psicológicas negativas de las experiencias por las que niños y familias pasan en los servicios de urgencias.

Horowitz et al. (2001) revisan las reacciones psicológicas de los niños y los padres cuando tienen que ser atendidos por servicios médicos de emergencia. Entienden por reacciones psicológicas los componentes emocionales, comportamentales y cognitivos de las respuestas de los niños a las emergencias médicas y al tratamiento médico de emergencia. La respuesta emocional de los niños a una emergencia médica depende (Horowitz et al., 2001) de varios factores clave, como la edad y el nivel evolutivo del niño, la gravedad del evento médico (tanto la gravedad real como la gravedad percibida), la severidad del dolor experimentado y la capacidad del niño para comprender, preguntar y discutir acerca del evento. La forma en que ocurrió el evento es un factor crítico ya que, por ejemplo, una enfermedad afecta psicológicamente de forma diferente que un accidente.  Otro factor mediador señalado por Horowitz et al. (2001) es la relación del niño con sus padres o las personas responsables de él. La forma en que reacciona la familia y apoya al niño a través de la crisis médica puede afectar en gran medida a su recuperación. Además, ciertas enfermedades y los efectos colaterales de determinados medicamentos pueden influir en la conducta y en el estatus mental de los niños. Por estas razones (Horowitz et al., 2001) es importante que el personal de emergencias  preste cuidadosa atención a la ansiedad e intente entender su etiología. Niños que en circunstancias normales están bien ajustados psicológicamente pueden experimentar durante una crisis médica niveles altos de activación emocional y malestar psicológico. Los profesionales deben ser precavidos frente a la interpretación de estas reacciones de los niños y las familias como anormales, y, por el contrario, ser conscientes de que las respuestas emocionales y comportamentales pueden ser reacciones comprensibles a estresores agudos psicológicos o fisiológicos.

Horowitz et al. (2001) recalcan el consenso que existe en el papel esencial de los padres o sustitutos en la experiencia de cuidado de los niños en los servicios de urgencias. Este es un aspecto particular de las emergencias pediátricas frente a los servicios de emergencia de adultos. El niño no es el único paciente que requiere atención en un servicio de urgencias pediátricas. La atención a los padres es fundamental, puesto que ellos son centrales para la recuperación de los niños y son el mejor recurso para apoyar a los niños y afrontar el estrés, además de jugar un papel vital en el seguimiento del paciente pediátrico una vez que es dado de alta en el servicio de urgencias. Atender a las necesidades de los padres y la familia es crucial para la recuperación de la salud del niño. La comunicación con los padres es extremadamente importante para obtener información histórica y el consentimiento para el tratamiento, y comprender su experiencia emocional puede ser crítico para el cuidado de sus hijos. Horowitz et al. (2001) llaman la atención en lo diversas que pueden ser las estructuras familiares y en cómo los adultos que acompañan a los niños en los departamentos de urgencias pueden tener diferentes relaciones con ellos. Los cuidadores primarios del niño pueden ser sus padres biológicos, pero también pueden ser sus padres adoptivos u otros familiares. Los padres pueden estar solteros, casados o divorciados, y las responsabilidades del cuidado del niño pueden ser compartidas por miembros de la familia extensa o por miembros informales de la familia. Los accidentes serios y las enfermedades graves de los niños son un estresor muy fuerte para sus cuidadores. Los padres o cuidadores reaccionan a las emergencias pediátricas de manera diferente y su nivel de preocupación no siempre es proporcional a la severidad de la condición del niño. La respuesta de los padres está mediatizada por una serie de factores psicológicos que incluyen los sentimientos de culpa, el miedo, la preocupación por aspectos económicos, el shock, la fatiga, la confusión y la frustración. El propio estrés pre-existente de los padres o sus problemas de salud pueden hacer mas difícil enfrentarse con el estrés adicional de una crisis de salud en el niño. Los padres de recién nacidos, por su parte, están en una categoría de estrés particularmente alto por varias razones, incluyendo la preocupación por la fragilidad de la vida del recién nacido, la falta de sueño, los cambios repentinos en el comportamiento del bebé, y su nuevo papel como padres. Horowitz et al. (2001) hacen hincapié en cómo la comunicación empática entre los profesionales sanitarios y los padres puede reducir su ansiedad. Pero es que, además, la respuesta de los padres influye fuertemente en las reacciones del niño, porque cuando el niño es testigo de la ansiedad de sus padres puede alarmarse mucho, y habitualmente observa a los padres para calibrar su propia respuesta ante una situación. El estrés de los padres además puede afectar adversamente a su propia capacidad para consolar a su hijo, para comprender la información médica, para participar en decisiones de cuidado médico y para recordar instrucciones respecto al cuidado de las necesidades de salud de los niños una vez que son dados de alta. Tratar directamente el estrés de los padres, no solo les ayuda a ellos, sino que beneficia también al niño y a los profesionales sanitarios.

Otro aspecto que recalcan Horowitz et al. (2001) es la importancia de tener en cuenta los aspectos evolutivos de los niños en las emergencias médicas, y hacen hincapié en una serie de cuestiones clave en cada etapa evolutiva. Para los bebés que pasan por una emergencia médica mencionan la incomodidad como el estresor principal. Esta incomodidad está causada generalmente por el dolor, por estar en un medio no familiar, ser manipulados por personas extrañas, y experimentar necesidades  básicas como hambre o falta de sueño, exacerbadas por una visita prolongada al servicio de urgencias. El apego de los bebés a los padres es un aspecto fundamental a tener en cuenta en la atención a estos niños en los servicios de urgencias. Implicar a los padres en todos los aspectos del tratamiento puede ser extremadamente útil. Por el contrario, la separación de los padres, incluso durante breves procedimientos médicos, puede ser en sí mismo un severo estresor para muchos niños pequeños. Los preescolares experimentan ansiedades similares a los bebés y, como ellos, necesitan calma y consuelo de personas familiares. Un aspecto clave en relación con los niños de este grupo de edad es que la mayoría de ellos pueden expresarse verbalmente y participar en conversaciones simples. Aunque hay que tener en cuenta que, como sus habilidades de comunicación todavía son muy limitadas, los pre-escolares pueden malinterpretar lo que está ocurriendo (por ejemplo, percibir que los médicos quieren hacerles daño cuando los examinan o los tratan) y pueden sentirse ansiosos, impotentes y sobrecargados por todos los estímulos presentes en un ocupado servicio de urgencias. No es infrecuente que un niño de esta edad manifieste comportamientos extremos (berrinches, hiperactividad, incontinencia, no querer separarse de sus padres, timidez o mutismo) cuando se produce una interrupción brusca de su rutina habitual. En esta fase, de nuevo los padres son la principal fuente de consuelo y apoyo para los niños. Reconocer la importancia de la relación padres-niños es clave y su implicación para apoyar a los niños durante los tratamientos en urgencias se considera (Horowitz et al., 2001) un aspecto crítico. Los niños en edad escolar pueden interpretar mucho mejor que los niños mas pequeños lo que ocurre. Sus habilidades lingüísticas mayores y su mejor comprensión les ayudan a enfrentarse al desafío que supone una emergencia médica. Los adultos, sin embargo, deberían recordar que el pensamiento de los niños es muy concreto, que pueden tener solo una comprensión parcial de la enfermedad o el accidente y que a menudo están muy influidos por las reacciones y las respuestas de sus padres. Los niños en edad escolar pueden sentirse culpables por lo ocurrido y sentir un temor muy fuerte por lo que les sucederá en consecuencia. Bajo estrés, su comportamiento puede incluir excesiva reserva, lloros, tácticas de retraso, y manifestarse como enfadados, no cooperadores, temerosos o huidizos. Hay que dedicar tiempo a considerar lo que estos comportamientos podrían representar, preguntando a los padres cómo reaccionan los niños habitualmente bajo estrés. La adolescencia es un período de rápido cambio en el desarrollo psicológico y social, con un aumento de las habilidades de pensamiento abstracto, una intensa autoconciencia, un importante crecimiento físico, y una fuerte influencia de la presión social. Los adolescentes tienen una mayor capacidad emocional (y legal) para la auto-determinación, pero pueden ser bastante ambivalentes sobre la implicación de los padres en su tratamiento, deseando que sus padres están con ellos para confortarlos pero, a la vez, sentirse abochornados por sus propias necesidades de dependencia. Las estrategias de afrontamiento en esta edad pueden incluir apatía, minimizar los síntomas y bromear con ellos. Los adolescentes mas jóvenes pueden tener una comprensión real de la condición médica que les afecta y del tratamiento menos sofisticada de lo que aparentan, llevando al personal médico y a los padres a valorar erróneamente que están preparados para asumir la responsabilidad sobre aspectos del auto-cuidado tras ser dados de alta.  Durante la permanencia en el departamento de urgencias puede producirse un aumento de la auto-conciencia del adolescente, también una pérdida de autonomía, de imagen corporal, y preocuparle mucho el efecto del tratamiento en su apariencia física (qué aspecto tendrá con una férula o con una cicatriz). Además, los adolescentes con enfermedades crónicas pueden experimentar profundas sensaciones de desesperanza y enfado durante las crisis médicas, reaccionando con rechazo hacia el personal sanitario y su familia y hacia la enfermedad. Una fortaleza clave de los adolescentes es su potencial para comunicarse efectivamente sobre sus sentimientos y preguntar acerca de su cuidado, siempre que confíen en que el personal sanitario está honestamente comprometido con ellos. El personal sanitario que dedica tiempo a conectar con los adolescentes y preguntarles directamente diferentes cuestiones puede ser capaz de implicarse con ellos mas efectivamente en el proceso de tratamiento.

Los niños y los padres que pasan por situaciones médicas graves debido a enfermedades o accidentes tienen un riesgo importante de desarrollar síntomas de estrés post-traumático. El estrés traumático médico-pediátrico (ETMP) se entiende como (National Child Traumatic Stress Network, 2003) una constelación de reacciones de los niños y los padres al dolor, las lesiones, los procedimientos médicos y las experiencias de tratamiento invasivas o atemorizantes, todas ellas situaciones extremadamente frecuentes en los departamentos de urgencias pediátricas de los hospitales. Los servicios de urgencias hospitalarias son uno de los contextos donde las circunstancias pueden colocar a los niños y a sus familias en un riesgo evidente de experimentar un estrés traumático.  En estos servicios los cuidados médicos que garanticen la supervivencia de los pacientes son prioritarios, pero lo que se plantea es que estos cuidados médicos deben hacerse del modo menos traumático para los niños (Stuber, Schneider, Kassam-Adams, Kazak, & Saxe, 2006). La separación de los padres, los ruidos fuertes y el equipamiento extraño pueden aumentar el miedo y el dolor que experimentan los niños (Stuber et al., 2006) y dado que la interpretación de la severidad de un evento es uno de los principales determinantes de los síntomas posteriores de estrés traumático, disminuir la sensación de horror, miedo y desesperanza puede marcar importantes diferencias en la probabilidad de sufrir problemas posteriores (Stuber et al., 2006). Informes anecdóticos de padres y profesionales sanitarios indican que muchos niños experimentan dificultades emocionales y comportamentales como resultado de enfermedades o accidentes (Horowitz et al., 2001) y varias investigaciones empíricas han documentado las consecuencias psicosociales de las emergencias médicas.

 

Referencias bibliográficas

 

Horowitz, L., Kassam‐Adams, N., & Bergstein, J. J. A. E. M. (2001). Mental Health Aspects of Emergency Medical Services for Children Summary of a Consensus Conference. 8(12), 1187-1196.

NationalChildTraumaticStressNetwork. (2003). Definition of medical traumatic stress. Paper presented at the Meeting of the Medical Traumatic Stress Working Group, Philadelphia, PA.

Stuber, M. L., Schneider, S., Kassam-Adams, N., Kazak, A. E., & Saxe, G. (2006). The medical traumatic stress toolkit. CNS spectrums, 11(2), 137-142.

 

La elaboración de este sitio web se ha llevado a cabo con un ayuda del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (ref. PID2019-104506GB-I00)